En Una luz que se alarga Rogelio Guedea hace un sucinto recorrido por la historia del poema en prosa en Hispanoamérica. La genealogía comienza con sus primeros practicantes, como Julián del Casal y Rubén Darío; da paso a aquellas plumas que afianzaron el género, Leopoldo Lugones, Macedonio Fernández, Ramón López Velarde, Gabriela Mistral y Julio Torri, para luego adentrarse en las vanguardias poéticas que representaron, en distintas épocas, poetas como Oliverio Girondo, Vicente Huidobro, César Vallejo, Jorge Luis Borges, Pablo Neruda y Octavio Paz. El núcleo de la generación siguiente lo constituyó una hornada de voces ligadas abiertamente a causas sociales, como Juan Gelman o Roque Dalton o incluso Jaime Sabines, Rafael Cadenas y José Emilio Pacheco. Finalmente, incluye a aquellos poetas más cercanos a nuestro tiempo, y que podríamos llamar neobarrocos, como Néstor Perlongher o Raúl Zurita, y aquellos imposibles de clasificar, como Emilio Adolfo Westphalen, Juan José Arreola, Álvaro Mutis, Arnaldo Calveyra, Héctor Viel Temperley y Alejandra Pizarnik.