Conducir un tráiler, Rogelio Guedea por Blanca Fonseca

Fecha: 7 de Marzo de 2009
Autor: Blanca Fonseca

Dentro del panorama de la narrativa mexicana más reciente se empiezan a perfilar algunas voces que, en gran medida, han cambiado la trayectoria seguida por los miembros del llamado Crack, conformado, como se sabe, por Jorge Volpi, Ignacio Padilla y Pedro Ángel Palou, pero también por otros escritores vecinos, como Cristina Rivera Garza, David Toscana, Mario Bellatin, Xavier Velasco o Guillermo Fadanelli. Herederos de una literatura que acentuaba el carácter nacionalista y que trataba los temas “latinoamericanos” como una forma de resaltar ciertos rasgos identitarios de una determinada geografía social y emocional (por ello no ha sido fácil desoír los ecos del llamado “realismo mágico”), los escritores posteriores al boom e incluso al postboom, por azar o voluntad deliberada de renovación, viraron la mirada hacia lo extranjero para, con esa perspectiva, proponer una realidad ficcional más genuina y menos dependiente. Las novelas que participaron en esta gradación fueron, dentro del ámbito mexicano, Amphytrion, de Padilla, y En busca de Klingsor, de Volpi, obras que además recibieron importantes reconocimientos en España, el “Primavera de Novela” y el prestigiado “Biblioteca Breve”, respectivamente. Como siempre, a esta nueva tendencia narrativa, que imprimía cualidades distintivas que proponían una distancia “respetuosa” con las estéticas precedentes (tanto en temas como en usos y giros lingüísticos, etcétera), se unieron obras literarias de otros escritores latinoamericanos y mexicanos en las cuales ya se notaba este nuevo enfoque. La realidad se había transformado y, por tanto, los nuevos narradores se vieron obligados a transformarse con ella. Entre los propulsores de este cambio resalta la voz del chileno Roberto Bolaño, quien consiguió en su obra desamortizar la retórica y la floritura que prevalecía en los lenguajes narrativos de los escritores anteriores. En México se dio el mismo fenómeno con autores como Daniel Sada, Élmer Mendoza, David Toscana y Guillermo Fadanelli, cuya obra (específicamente la de Fadanelli) irá cobrando poco a poco mayor importancia en las nuevas generaciones. El lenguaje se mostró más sobrio en ellos, menos cargado de exotismos o fantasmagonería, y este laconismo permitió un mejor tratamiento de algunos temas que resaltan no sólo en los nuevos novelistas mexicanos sino que son parte consustancial de nuestra época: la violencia, la sordidez, la decadencia. Y que aparecen de la mano de sus opuestos críticos: la ironía, el humor negro, la mofa.
En este escenario se desarrollan obras como la de Rogelio Guedea (Colima, 1974), quien recientemente publicó Conducir un tráiler (Random House Mondadori, 2008), novela que precisamente enfatiza el tema de la violencia pero que a su vez es un repaso (a veces sórdido, a veces hilarante) de los problemas de nuestra sociedad contemporánea: drogas, corrupción, enfermedades sexuales, depresiones psicológicas, etcétera. Novela que bien dialogaría con obras como las de Heriberto Yépez (A.B.U.R.T.O), Antonio Ortuño (Recursos humanos) o Julián Herbert (Un mundo infiel), sus compañeros de generación, pero también con Élmer Mendoza (Cóbraselo caro), David Toscana (Duelo por Miguel Pruneda) o Cristina Rivera Garza (Nadie me verá llorar), Conducir un tráiler narra la historia de una venganza. No es una novela policial, pero sí tiene todos los elementos del thriller. No es una novela costumbrista, pero logra retratar de una forma excepcional el México contemporáneo, desde el centro-occidente hasta el norte del país. El lenguaje de Guedea es riquísimo en giros y matices. Aunque explora todas sus posibilidades expresivas, no es un lenguaje artificioso ni mucho menos engolado. Al contrario: es un lenguaje directo, persuasivo y sugestivo que utiliza cualquier tonalidad lingüística para contarnos una historia. Conducir un tráiler es una novela que apuesta por la historia, no la sacrifica en aras de la artificiosidad verbal o del despatarre lírico o impresionista. Y esta historia que se nos cuenta logra mantener la tensión, el suspense, de principio a fin. Guedea logra que el lector, desde la primera página, sea parte consustancial de la trama. Desde que Abel Corona escapa de su casa en busca de una mujer que espera un hijo que tal vez no es suyo hasta el momento en que se da cuenta de que las relaciones de venganza entre su familia y la familia de los Alcaraz están a punto de ocasionar graves consecuencias en su propia humanidad, el lector permanece siempre en una especie de “estado de alerta”. Y es en medio de todo este escenario de tribulaciones, donde Guedea aprovecha para introducirnos en una realidad ficcional fascinante. Contada con sobriedad y concisión, con personajes perfectamente delineados y bien construidos juegos de tiempo y espacio, Conducir un tráiler abre nuevas rutas en la narrativa contemporánea más reciente en tanto resume una estética de la violencia que, aunque es policial, no puede ser considerada como novela negra y que, aunque es hilarante y sardónica, tampoco nos habla de un new dirty realism. Guedea ha publicado una primera novela redonda: atractiva para el lector que gusta del suspense propio del thriller, seductora para el escritor al que le atraen los experimentos del lenguaje y sugestiva para el inclinado por lo sórdido y lo desternillante. Como se lee en la contraportada, “Rogelio Guedea conoce a la perfección su oficio y sin duda se convertirá en un imprescindible en la lista de narradores mexicanos contemporáneos”.
JILAR. Journal of Iberian and Latin American Research, Volume 14, Numb

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