Petróleo abajo

Hay verdades irrebatibles: el campo mexicano está desolado, la ciencia y la tecnología lisiada, la educación sordo-muda, la seguridad abatida y la economía agujereada. Todo esto ya lo sabemos. Lo que parece que ignoramos es que las reservas del petróleo mexicano se extinguen sin que nadie mida aún las consecuencias. El petróleo viene a ser para México como esas dos monedas de oro que encontró en la calle cualquier indigente. El petróleo es, pues, un milagro y, como milagro, puede o no volver a suceder. En nuestro caso: lo tuvimos. Nos encontramos esas dos monedas de oro en la calle pero en lugar de invertirlas en bienes que las multiplicaran (el campo, la tecnología, la educación, etcétera), preferimos irnos de parranda con los amigotes a una cantina, y ahí nos las empezamos a beber. Hoy estamos a punto de quedar, de nuevo, en la indigencia. ¿Y sabes qué va a pasar? Va a pasar que no tendremos ese plus que nos ayuda siempre a maquillar las urticarias que deja el mal manejo de los recursos públicos y los costos políticos. Lo peor de todo es esto: hoy ya no podemos decir que nuestro país corre el riesgo de… porque ahora ya padecemos ese mal. La violencia que aparece todos los días en el televisor tiene un solo origen: la lucha por la sobrevivencia. Si no nos damos cuenta de que, aún con sus camarotes de primera, segunda y tercera clase, vamos todos montados en el mismo barco, y si no miramos más allá del interés individual, aunque sea por una única vez, entonces el agua alcanzará a todos por igual y todo paraíso tendrá el rostro de lo imposible.

Ecos de la Costa

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