¿Adiós a las tiendas de abarrotes?

Entre más camino ciudades más me doy cuenta de que cada cabeza es un mundo y cada cultura un universo distinto. Muchas cosas buenas para los neozelandeses son, lo he comprobado, malas para los mexicanos, y viceversa. Por eso es necesario que cada quien se ajuste a sus propias costumbres y usos, si no quiere terminar arrepentido sin saber quién realmente es. Pongo un ejemplo: hace poco leí una noticia en donde se anunciaba que una gran cadena comercial, Aurrera, se instalaría en un municipio de mi ciudad, Armería, y que ya incluso el cabildo había otorgado la licencia con el argumento de que se generarían 200 empleos indirectos y 65 directos. Recibí algunos mensajes de la CNOP mostrando preocupación al respecto y pidiéndome que, como lo había hecho con respecto a los mercados, lo hiciera también con los pequeños comerciantes (tiendas de abarrotes, entre ellos) que veían con preocupación la llegada de este monstruo que, de paso, los devovaría. En casos como estos, yo siempre pienso no en los intereses que esto traiga para un grupo de empresarios, o para un sector reducido de una sociedad, o para un ámbito de nuestra cultura, sino para los grupos mayoritarios, sobre todo los más desfavorecidos, que siempre terminan pagando los platos que ensucian los otros. Y entonces cuestiono: ¿la llegada de Aurrera a Armería traerá más beneficios para la población armeritense que perjuicios?, ¿generará de verdad más empleos, mejor pagados, y con mayores posibilidades de desarrollo?, ¿los daños colaterales, específicamente hacia los pequeños comerciantes, son menores que los beneficios?, ¿no se daña con ello parte de nuestros patrimonios culturales: tortillerías, por ejemplo, que deberían formar parte ya de nuestros bienes de identidad? Se ha criticado que los propietarios de los negocios detallistas (o de abarrotes) en el país están cerrando por la renuencia de sus propietarios a no querer “modernizarse”, pero poco se ve hasta qué punto esa modernización que se les exige va acorde con el contexto mexicano o con la idea de “modernidad” que se nos impone desde el extranjero. Yo, por ejemplo, sé que un extranjero querrá conocer más una tradicional tienda de abarrotes de un pueblo mexicano, que un sofisticado supermercado de los que ve todos los días en su país y que no le dirá, por tanto, nada de nuestra cultura. Yo aquí, por ejemplo, en Nueva Zelanda, no añoro Aurrera sino, en todo caso, El Golfito, sobre todo el de 20 de Noviembre, un claro ejemplo de lo que es una tienda de abarrotes que es próspera sin perder su “identidad cultural”.  Lo mejor que puede pasar es que las CNOP municipal, estatal y nacional se conviertan en una fuerza de resistencia importante y en una voz convincente para conseguir que se establezcan políticas claras y leyes específicas que protejan el arribo aplastante de los grandes consorcios comerciales, sobre todo cuando se vea claramente el perjuicio que causarán en todos sus alrededores.

AFmedios /También puedes escuchar este Paracaídas en La Mejor FM, 92.5 de tu radio, los martes a las 8:30am.

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