Sótanos

En algún momento de nuestras vidas todos bajamos al sótano a buscar algo que abandonamos ahí hace mucho tiempo. No sabemos cuánto tiempo, y ya no importa, que para eso sirven los sótanos. Los vamos llenando (a los sótanos) de objetos que dejan de pertenecernos, que dejan de servir. Objetos que, si uno lo observa bien, fueron amados alguna vez, buscados a veces con ansias, traídos a casa tal como llega la felicidad con el domingo. Pero luego esos objetos (una mesita de noche, una bolsa de ropa, una lámpara, un collar) son reemplazados por otros objetos que a su vez serán reemplazados (mañana, pasado mañana) por otros objetos más, que serán tan amados y tan olvidados como los primeros. Pero en algún momento de nuestras vidas, así como se vuelven a recordar calles o países, bajamos al sótano a buscar algo que abandonamos ahí hace mucho tiempo. Y andamos levantando cajas amontonadas, bolsas negras, sillas o mesitas de noche, lámparas, colchones agujereados, siempre a la busca de algo que nos supone la felicidad, o que es la felicidad, pero que cada vez está más lejos (una caja y otra caja más) de nuestras manos y, llegada la noche, también, de nuestras vidas.

La Jornada Semanal

Escribe un comentario en este artículo

Comentarios