Estado de honestidad

En un país como México, y en un gran país como Latinoamérica, la única opción de sobrevivencia es el estado de honestidad. El estado de honestidad es, para el caso mexicano, una costura, un delgado lindero, una endeble cicatriz que junta o divide (según se le vea) lo bueno de lo malo, lo sucio de lo limpio, lo bienintencionado de lo malicioso, lo transparente de lo turbio, lo individual de lo colectivo. El estado de honestidad es apenas un haz de luz que congrega términos como igualdad, justicia, empleo, democracia, libertad, seguridad, etcétera, y que, de no valorarse, sepultaría toda posibilidad de acceso al verdadero bienestar social. En un país como México, y en un gran país como Latinoamérica, los únicos que podrían realmente cambiar algo –si algo todavía puede cambiarse- son los habitantes de estas costuras o delgados linderos, de estas endebles cicatrices que juntan o dividen (según se le vea) lo bueno de lo malo, lo sucio de lo limpio, lo bienintencionado de lo malicioso, lo transparente de lo turbio, lo individual de lo colectivo. Aunque son muy pocos estos habitantes, y muchos de ellos nos miran desde la pequeña colina de su juventud o desde el apartado islote de su vejez, habría que congregarlos otra vez, como hacían los antiguos en aquellas noches sombrías, y escucharlos de nuevo, alentar sus ideas y pasiones, aferrarse a sus sueños, esperanzas, y así empezar a poner, de nuevo, una carretada de piedras sobre el viejo cadáver de lo imposible.

Ecos de la Costa

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