A unos días se está del relevo en la presidencia del Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (Inai), organismo que surge (antes era el Ifai, surgido con Vicente Fox en 2002) a partir de la publicación de la Ley General de Transparencia, misma que tenía como fin transparentar los recursos públicos que sindicatos, partidos, legisladores, organismos autónomos e incluso personas físicas o morales reciben del Estado.
El Inai se consolida, así, con una nueva visión, nuevos objetivos, etcétera, pero sobre todo con un propósito esencial: atender el reclamo de transparencia y rendición de cuentas de una sociedad cansada de la corrupción, la impunidad y el cinismo de los servidores públicos, que se enriquecen al amparo del poder político y ante un estado de Derecho flaquirucho que, siempre, está subyugado al primero.
Se dice que entre las candidatas a suceder a Puente de la Mora se encuentran, por un lado, Patricia Kurezyn (apoyada al parecer por trincheras afincadas en la Secretaría de Educación y en la Función Pública) y, por otro, Rosendoevgueni Monterrey (quien cuenta con la venia de personajes relacionados con la Cancillería y la Consejería Jurídica de la Presidencia). Hay, por supuesto, más aspirantes (Óscar Guerra, Francisco Acuña, Joel Salas, etcétera), pero sin duda aquí lo más importante no es la persona que vaya a ocupar tan trascendente cargo sino el nuevo rumbo que deberá tomar el Inai para que no vaya a empezar a convertirse en un elefante blanco, uno de esos edificiones que engordan nomás la burocracia nacional y terminan no resolviendo ninguno de los propósitos para los que fueron creados, hoy que la transparencia y la rendición de cuentas se han convertido en el talón de Aquiles de todos los políticos que aspiran a un puesto de elección popular en las próximas elecciones.
No se trata, pues, de sostener un organismo que dejará intocables a la alta clase política (incluido el presidente de la República y su gabinete) y ejercerá todo el peso de la ley contra los funcionarios menores (que normalmente son utilizados como carne de cañón), sino que realmente ponga a temblar todas las estructuras de los tres niveles de gobierno, y del Estado, sin distingos ni ningún tipo de concesiones.
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