No hace mucho se estableció un Protocolo para la Atención Integral de la Violencia de Género que tuvo como fin responder de manera inmediata a una problemática que requería atención urgente por parte de las autoridades universitarias. Este protocolo sacará de su vulnerabilidad a muchas víctimas de este tipo de violencia y promoverá, sobre todo, una cultura de respeto entre nuestra comunidad. Fue una decisión correcta y se atendió a través de una medida que sienta un precedente para este tipo de situaciones. Derivado de esta acción, y dado que se ha visto un incremento en los problemas de salud mental padecidos por la población estudiantil (y seguramente por el resto de la comunidad universitaria), yo creo que estaríamos en condiciones de prevenir que esta problemática se incremente y, para evitarlo, bien cabría establecer un protocolo también para la salud mental universitaria. El Centro de Desarrollo de la Familia Universitaria (Cedefu), cuenta con un Departamento Psicológico que, entre otras funciones, proporciona atención psicológica a los usuarios en las diferentes etapas de su desarrollo, y lo hace tanto de manera individual como grupal, familiar y en pareja. El nivel del apoyo psicológico no es, por supuesto, para nada desdeñable, pues ayudará a contener las problemáticas de salud mental en una importante etapa de su desarrollo, pero creo que sería muy importante también que como un complemento de esto se pueda establecer también el área psiquiátrica para aquellos casos que, luego de una rigurosa valoración, así lo requieran, tanto en la población estudiantil como en la del resto del profesorado. En estos tiempos en donde muchas de las cosas que hemos perdido son los valores, de pronto los usuarios de los servicios de salud mental no solo se enfrentan a que en nuestra entidad no se cuenta con una Ley de Salud Mental que pueda bien regular esta problemática, sino que también se enfrentan a un servicio público lleno de carencias y a un servicio privado que puede resultar indignantemente lucrativo para quien presta el servicio. En medio de esta polarización se encuentra el usuario, quien no sólo tiene que padecer ya de por sí su problema de salud mental sino que, además, tendrá que enfrentarse a un sistema que en muchas ocasiones poco sirve de ayuda. Nuestra casa de estudios podría ser el gran fiel de la balanza si logra establecer un protocolo que abarcara también el área psiquiátrica y que pudiera contener aquellos casos que requieran este nivel de apoyo, nuestra institución sentaría un gran precedente en una función que, sin duda, se verá como una parte sustancial de su responsabilidad social.
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