En su colaboración pasada titulada Cinco muertos en balacera, el director de este periódico, Adalberto Carvajal, decidió referirse a mí a través ahora de “indirectas”. Ignoro por qué, si yo siempre le he puesto nombre a las cosas. Cita en el referido artículo fragmentos de una entrevista realizada al escritor Sergio Rodríguez González para mandarme (y mandarnos) decir, en síntesis, dos cosas: 1) Que soy un alienado de la versión oficial, y por lo tanto quiero tapar la tanta violencia con un dedo y 2) Que hay que hartarnos de violencia porque eso nos hace bien para poder combatirla, cuando en realidad él lo único que desea es sacar a Ecos de la Costa de la crisis de ventas en la que lo ha sumido desde que es director, porque el periódico ya ni siquiera llega a mi casa. Como siempre, la pedagogía de Adalberto Carvajal es previsible y de las que podríamos calificar de engañabobos: utiliza la información que le conviene para sus propios intereses, en este caso aviesos. Yo me pregunto: ¿por qué Adalberto Carvajal, siendo un profesional del periodismo, saca sus referencias de entrevistas y no de artículos de fondo o verdaderas investigaciones científicas? Otra perspectiva nos habría dado si en su artículo hubiera citado a la Dra. Montserrat Quedasa, catedrática de periodismo de la Universidad Pompeu Fabra (Barcelona), quien en su artículo Violencia mediática y reacción social (http://www.ull.es/publicaciones/latina/a1999c/139quesada.htm), entre otras muchas cosas, nos dice refiriéndose a la violencia: “Desde la teoría del periodismo, y desde la práctica profesional de los medios, se acepta como axioma la función que tienen estos de explicar e interpretar la realidad social en la que se inscriben. Entendidos así, no deberíamos responsabilizar al mensajero -los medios- del contenido de los mensajes que transmite: los hechos violentos. Más bien deberíamos asumir que la violencia que se vehicula a través de los medios de comunicación no es más que un reflejo, más o menos fiel, de la violencia real que se da cita en nuestras sociedades modernas. Sin embargo, sí hay un aspecto de esta cuestión cuya responsabilidad compete en exclusiva a los periodistas. Es el cómo se informa de esa realidad violenta, qué cantidad de espacio/tiempo se le dedica para ser ecuánimes con el tratamiento periodístico de la realidad y, sobre todo, con qué grado de detalle se ofrece tal información al público”. Y luego, refiriéndose a las graves consecuencias que esto puede generar en la juventud, real depositaria de nuestro porvenir, agrega: “En el presente, se ha empezado a observar que un porcentaje importante de los niños y adolescentes que han cometido acciones violentas máximas presentan graves trastornos en su personalidad. Este dato se suma al hecho de que habitualmente los menores violentos pertenecen a las clases más desfavorecidas de nuestra sociedad. De alguna manera, la violencia de ficción que ven en la televisión y en el cine y, más allá de estos medios de comunicación tradicionales, también en la música, en las letras de las canciones o en Internet, la comparten o la consumen al tiempo que soportan y/o protagonizan comportamientos violentos”. Como la memoria es imprescindible para la construcción de un presente y un futuro mejores, dejo estos comentarios para que Adalberto Carvajal, director de este periódico, abreve en ellos cada que esté en riesgo de olvidarlos.
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