La universidad y nosotros

La Universidad, ya lo he dicho, ya lo sabemos, no son dos o tres, no son diez o veinte: somos todos. Como en cualquier comunidad, la universitaria también debe regirse tomando en cuenta esa voluntad general de la que hablaba Rousseau y que no significa unanimidad. La minoría es importante en una democracia, y no se le puede atropellar, a menos que dañe a terceros, pero ésta no es la voluntad general, no es la mayoría.

La minoría, hay que entenderlo, no es la mayoría, por tanto no puede imponer su voluntad particular como si se tratara de la general, y menos si esa voluntad particular beneficia intereses igualmente particulares. Tan simple como eso. Podemos los universitarios estar inconformes con algo, estar en desacuerdo con algo, incluso sentir impotencia por algo, pero no podemos pretender que casos particulares afecten la voluntad general de la comunidad, nos duela o no. Quienes han atropellado el bienestar de la comunidad universitaria deben entender un principio básico: la lucha por el poder, para que realmente sea legítima, tiene que tener como fin el bien común, jamás el individual.
La pérdida de la posibilidad de dirigir los destinos de nuestra casa de estudios por parte del grupo que quiso mantener al SUTUC bajo su control, debió haber dejado ya su enseñanza: en las contiendas de cualquier tipo (incluidas las del poder) se gana o se pierde. Cada entonces candidato tuvo su oportunidad de hacer las alianzas debidas, las propuestas precisas e incluso los amarres políticos requeridos para conseguir su objetivo, triunfó sólo aquel, sin embargo, que consiguió convocar la mayor fuerza para lograr tal fin, con lo cual al resto de los contendientes no les quedaba otra opción que sumarse al nuevo proyecto universitario.
El citado grupo y sobretodo quien aún hoy lo encabeza, no puede quejarse de que no llegó a tener, en algún momento, el apoyo político necesario para consolidar su liderazgo, no lo hizo o, por las circunstancias que fueran, lo perdió. Hoy, luego de tres años de aquella elección rectoral, intenta boicotear la reelección del actual Rector, José Eduardo Hernández Nava, a través de acciones (como la de la reforma a la Ley Orgánica) que podrían considerarse de carácter puramente “electorero”, pues no las mueve en el fondo un objetivo noble o universitario, sino un objetivo revanchista y político.
El Rector Hernández Nava ha sido prudente y tolerante y, gracias a ello, la tarea universitaria no se ha visto descarrilada de su curso, pero no deberíamos obviar que, en aras de seguir manteniendo la paz y la armonía universitaria, tenga que verse obligado a ser más enérgico y a aplicar el reglamento universitario cuando la situación así lo requiera.

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