HarperCollinsMéxico acaba de publicar La paradoja de la prosperidad, de Clayton M. Christensen, Efosa Ojomo y Karen Dillon, un extraordinario libro que explica básicamente cómo y por qué algunos países logran salir de la pobreza y alcanzar la prosperidad y cómo otros, pese a tener todo para conseguirlo, no logran hacerlo. Según los autores de este libro, la única vía para alcanzar esta prosperidad (y dejar el lastre que significa la pobreza para muchos países, como el nuestro mismo) se resuelve en una sola palabra: innovación, entendida ésta, principalmente, como la identificación de las áreas de oportunidad que te ofrece el “no consumo” para la creación de nuevos mercados y la generación, con ello, de mayor riqueza y bienestar (que se refleja en educación, acceso a la salud, empleo, etcétera). Este planteamiento contrasta, por tanto, con la idea de aliviar la pobreza haciendo inversiones para erradicar problemáticas urgentes (como el hambre, las epidemias, etc) pero que, al largo plazo, fracasan rotundamente. En términos coloquiales: políticas que te dan el pescado pero que no te enseñan a pescarlo, y por supuesto que mucho menos te muestran cómo puedes pescar en beneficio de consumidores que jamás han probado un pescado. Por eso, en una parte del libro se afirma que “aliviar la pobreza no es lo mismo que crear prosperidad”. El libro está lleno de ejemplos de cómo los países hoy más prósperos salieron de la pobreza, incluido el propio Estados Unidos, que a mediados del siglo XIX no era para nada el país que hoy conocemos. O como China, un país que logró reducir la tasa de pobreza de 66.6 por cierto en 1990 a menos de 2% en la actualidad. Se dan pormenores sobre cómo a través de la innovación (enfocada en el “no consumo” para la creación de nuevos mercados) alcanzaron el éxito que ahora tienen compañías como la Toyota, la Ford, la Sony, la Kodak, y cómo incluso un país como Corea del Sur, del que se tenían las peores expectativas y estaba en situaciones de mucha mayor desventaja que México, se logró imponer al punto de ser hoy considerado uno de los países de mayor prosperidad en el mundo. La historia de éxito de compañías como la Samsung, historia que se describe igualmente con minuciosidad, es una clara muestra de cómo la innovación puede llevar a un país a salir de su paupérrima condición. Por supuesto, en el libro México ocupa un lugar especial y es analizado como un caso paradójico del porqué tratándose de un país con tantas riquezas sigue padeciendo los niveles de pobreza y desigualdad que tenemos. La conclusión es que nos hemos reducido a una innovación de eficiencia (esa que se explica a partir de reducir costos para generar mayor productividad), pero no a una innovación que nos lleve a la creación de nuevos mercados y que busca en el no consumidor su principal área de oportunidad. Para el propio caso mexicano, hay ejemplos excepcionales, como se sabe, y en el libro viene uno que recomiendo leer con detenimiento (pues sirve para entender muy bien el mecanismo de la innovación para el “no consumo” que ha tenido éxito en nuestro país), pero fuera de ahí México se muestra con una nación sumida en una especie de parálisis innovadora que no parece que nadie quiera ayudarla a salir de ella. ¿Podrá nuestro país, entonces, romper el paradigma de la pobreza para entrar en la ruta de la prosperidad algún día? Según los autores de La paradoja de la prosperidad: sí. En su libro han puesto las claves para ello, a nosotros (la industria del desarrollo, los inversionistas, el Estado mismo) nos correspondería empezar a buscar los mecanismos para insertarla en la ruta correcta.
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