Será hoy, a las seis de la tarde, cuando el rector de nuestra máxima casa de estudios, José Eduardo Hernández Nava, esté rindiendo su primer informe de labores correspondiente a su segundo periodo rectoral, cuyo lema ahora es “en unidad, por una Universidad de calidad”. Más allá de los datos duro que seguramente ofrecerá durante ese primer año de su segundo periodo en cuanto a rubros como investigación, docencia, gestión, internacionalización, extensión cultural, etcétera, lo que sin duda más se esperará por parte de la comunidad universitaria es declaración de principios (sus convicciones) con respecto al adverso próximo año electoral que se avecina, en donde habrá cambio de presidencia de la República y, de no continuar el PRI en el poder, también habrá transformaciones radicales (algunas se vislumbran muy para mal) para nuestro sistema educativo nacional, que cada vez más padece los estragos de las erráticas políticas públicas con respecto a la educación media y, sobre todo, superior, cuyo mayor problema, como siempre, es el financiamiento.
A este escenario habría que agregar que al término del siguiente año, cuando se defina de nuevo el mapa electoral de nuestra entidad, al rectorado de Hernández Nava le quedarán dos años para su conclusión, lo que de igual modo irá también recrudeciendo los ánimos y suspicacias –se quiera o no- de cara a la transición rectoral. Al día de hoy, el rector Hernández Nava ha sido acertado en mantener una universidad unida hacia el interior (aunque no esperemos que todos seamos un mismo coro que cante una misma canción al unísono, eso jamás será posible) y una universidad plural e incluyente hacia el exterior, tanto en lo social como en lo político, dos aspectos que han permitido que la gestión de Hernández Nava transite sin mayores sobresaltos ni sorteables resistencias.
De mantenerse así (fuerte y unido al interior y plural e incluyente al exterior), teniendo siempre como prioridad a toda la comunidad universitaria y, en lo particular, a su grupo más cercano de gobernanza, la tarea rectoral seguirá siendo tersa y los objetivos universitarios se cumplirán cabalmente. Un mensaje en este sentido en algún momento de su informe, un mensaje firme y que ponga por encima a la universidad por sobre cualquier interés particular y de grupo, reafirmará su liderazgo y le traerá mayor solidez en el medio social y en el ámbito político local.
También es cierto que el próximo año será buen momento para hacer un balance de sus cinco años como rector y, de considerarlo oportuna, se decida a hacer los cambios necesarios en áreas torales que necesitan revitalizarse, antes de que las mismas sean atropelladas por la misma apatía, afectando no sólo a su gestión sino a las propias actividades sustantivas de nuestra institución. No son pocos, pues, los retos que tendrá que conseguir el rector Hernández Nava para –como he dicho- un año próximo que se espera complejo, pero sin duda enfrentándolos con unidad, buena intención y agudo criterio nada de lo que se proponga será imposible.
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