Porque sé que tarde o temprano vendrás a este blog a meter tus narices, quiero recibirte con esto: un crítico que se jacte le pone nombre a las personas que nombra, le pone pasos a las calles que camina, le pone día y hora exacta a los fechas que ha vivido para que no se le olviden ni a él ni a los lectores. Un crítico de esos de triciclo, como tú, que no te nombro para no engrandecerte, hace exactamente lo que tú haces: cita a escritores de nombres extraños para sostener sus ideas de humo, tira la piedra y esconde la mano, es montonero y hace panegíricos con apariencia de críticas rudas para luego hablarle a su amo y decirle: ¿ya viste que te estoy defendiendo, amo? Mil críticos valen, así, mucho menos que uno de esos grafiteros que pintan en las bardas consignas como: ¡abajo el mal gobierno! o ¡mueran los políticos corruptos! o ¡diga no al IVA! Precisamente por eso a estos críticos de cartón tiene el crítico verdadero (el que le pone nombre y pasos y fechas exactas a sus críticas) que esquivarlos, pasar olímpicamente por encima de él y seguir, seguir, que el viaje de ser crítico verdadero no sólo es sinuoso sino, también, muy largo.
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