La última vez, curiosamente, que vi a Daniel Sada fue (¿en El péndulo o en El Sótano, Gilma Luque?) en diciembre pasado. Me senté con él, que estaba solo comiéndose una hamburguesa, y le pregunté cómo estaba. Me dijo «más o menos» y me habló del riñón. Ya no quise preguntarle más porque yo prefiero no preguntar sobre enfermedades, pero ahí recordamos cuando fue a Colima invitado por mí a presentar Albedrío, editada precisamente por Tusquets, y cuando fuimos al volcán y luego a la mar, y nos reímos a carcajadas con la anécdota de su amigo El gallo, que publiqué en mi libro Caída libre, historia que le dediqué y publicaré de nuevo como un sentido homenaje porque fue gracias a él y a Pedro Ángel Palou que ese libro fue publicado en la extinta Editorial Colibrí de Sandro Cohen, quienes no me dejarán mentir. Y ya no sigo no sólo porque no acaberé nunca sino, sobre todo, porque ahorita sobran las palabras. Descansa en paz, Daniel.
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No sabes cómo me duele en el alma esta muerte. Me he pasado toda la noche en una nube demasiado gris. Abrazo!
Estimado Rogelio: Me siento mal al conocer que nuestro maestro en las letras mexicanas Daniel Sada, se fue de este plano. Sólo me queda guardar silencio.
Estimado Rogelio:
Leo con profundo pesar la pérdida de tan entrañable maestro. Que su recuerde se haga vivo en nuestra escritura.
Es una gran pérdida para las letras mexicanas y universales.
Ahora…¿por qué no nos cuentas la anécdota de El gallo? Me quedé picada…
Cariños taoseños…
Vaya el país perdió a un gran hombre de letras, iniciaba su madurez en la vida como en las como en la escritura. Desgraciadamente en Zacatecas no se le valoró como debía. Descanse en Paz Daniel